Santa Catalina de Suecia (1331 - 1381)
Santa Catalina de Suecia, llamada también Santa Catalina de Vadstena, nació hacia el año 1331, de padres nobles y cristianos. Era la cuarta entre los ocho hijos del príncipe Ulf Gudinarsson y de su esposa Birgitta Birgesdotter, que no es otra que Santa Brígida.
A la edad de siete años fue enviada a la abadesa del convento de Riseberg para ser educada y pronto mostró, al igual que su madre, un deseo para vida de auto mortificación y devoción para cosas espirituales. Al mandato de su padre, cuando tiene trece o catorce años, se casó con un noble de descendencia alemana, Eggart von Kürnen. Ella inmediatamente persuadió a su esposo, quién era un hombre religioso, a unirse con ella en un voto de castidad. Ambos vivieron en un estado de virginidad y devotaron su vida al ejercicio de perfección cristiana y caridad activa.
A pesar del amor profundo hacia su esposo, Catalina acompaña a su madre a Roma en 1349. En 1351 recibió la noticias de la muerte de su esposo en Suecia, por lo que decidió permanecer al lado de su madre en Roma.Tomó una parte activa en la labor fructífera de St. Brígida e imitaba fervorosamente la vida ascética de su madre.
Aunque la bella y distinguida viuda estaba rodeada de admiradores, ella constantemente rehusaba todas las ofertas de matrimonio. En 1372 St. Catalina y su hermano, Birger, acompañaron a su madre a una peregrinación a la Tierra Santa; después de su regreso a Roma, St. Catalina estuvo con su madre en la última enfermedad y muerte de ella.
En 1374, obedeciendo los últimos deseos de St. Brígida, Catalina levó el cuerpo de su madre a regreso a Suecia, para ser enterrado en Wadstena, de cuya fundación ella llegó a ser directora. Es la casa madre de la Orden Brigidina, también llamada La Orden del Santo Salvador. Catalina manejó el convento con gran habilidad y vivió ahí en armonía con los principios impuestos por la fundadora. Al año siguiente fue a Roma a promover la canonización de St Brígida y para obtener una nueva confirmación papal de la orden.
Frente al cisma que se vivió en aquel tiempo ella se mostró, cómo St. Catalina de Siena, con firme adhesión al Papa Romano Urbano VI, en cuyo favor testificó delante de una commisión judicial. Catalina se quedó cinco años en Italia y al regreasr a casa, portaba una carta de comendación del Papa. Poco después de su llegada a Suecia se enfermó y murió el 24 de marzo de 1381.
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