San Albino

Nació en Bretaña. Muy joven, entró en el monasterio de Tincillac, y llevó ahí una vida de gran santidad. Hacia los treinta y cinco años de edad, fue elegido abad; bajo su gobierno floreció extraordinariamente el monasterio y se convirtió en un verdadero jardín de virtudes. Nada tiene, pues, de extraño que las miradas del clero y el pueblo de Angers se hayan vuelto hacia san Albino cuando la sede quedó vacante, el año 529. San Albino fue elegido obispo de Angers y demostró ser un hábil e inteligente pastor.
El santo predicaba todos los días, era muy generoso con los pobres y menesterosos, pero especialmente con las viudas que tenían muchos hijos. Otra de sus obras predilectas era el rescate de esclavos y gastó enormes sumas de dinero en rescatar a los prisioneros que los bárbaros habían hecho en sus numerosas invasiones. Según la tradición, san Albino rescató a un cautivo, no de los bárbaros, sino del propio rey Childeberto. Se trataba de una hermosa muchacha en quien Childeberto había puesto los ojos y a la que había mandado raptar y encerrar en una fortaleza. Tan pronto como la noticia llegó a oídos de san Albino, fue éste personalmente al castillo a exigir la libertad de la joven. La figura del obispo inspiró tal respeto a los guardias, que pusieron inmediatamente en libertad a la muchacha. El rey no trató de apoderarse de nuevo de la joven, llamada Eteria; pero cometió la villanía de exigir que el obispo pagase el rescate. Prescindiendo de la verdad dudosa de esta leyenda, lo cierto es que el rey Childeberto profesaba gran veneración a san Albino; en cambio la popularidad del obispo era menor entre algunos de sus súbditos, porque había puesto en ejecución los decretos de los dos Concilios de Orléans contra los matrimonios incestuosos.
La gran popularidad de San Albino se debe menos a su vida, sin ningún hecho notable, que a los múltiples milagros que se le atribuyeron, sobre todo después de su muerte.
Se atribuyeron a san Albino muchos milagros. Además de varias curaciones de enfermos y de ciegos, se cuenta que resucitó a un joven llamado Albaldo. En otra ocasión, después de haber intercedido sin éxito por unos prisioneros, se derrumbó durante la noche una parte del muro de la prisión y éstos pudieron escapar; inmediatamente fueron a ver al santo y le prometieron cambiar de vida.
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