
En varias regiones de Christendom es honorada bajo este nombre una piadosa matrona de Jerusalén, quien durante la pasión de Cristo, como una de las santas mujeres que le acompañó al Calvario, le ofreció una toalla, en la cual quedó la impresión de su rostro. Ella fue a Roma llevando consigo la imagen de Cristo, la que fue expuesta a la veneración pública.
Se trata de reliquias similares a las de la Santísima Virgen, que son veneradas en varias iglesias de occidente. A fin de distinguir en Roma la imagen más antigua y mejor conocida, se le denominó la de “vera icon” (la de la “verdadera imagen”) lo que en el lenguaje ordinario se transformó en verónica.
En Francia se casó con Zacheus, el converto del Evangelio, quien le acompañó a Roma, y luego a Quiercy. Allí, su esposo llegó a ser un hermitaño, con el nombre de Amadour, en la región llamada Rocamadour. Mientras tanto, Verónica se unió a Marcial, a quien asistió en sus prédicas apostólicas.
A Italia llegó Verónica a los citatorios del Emperador Tiberio, a quien ella curó por medio de hacerle tocar la sagrada imagen. Ella, a partir de este evento, permaneció en la capital del imperio, viviendo allí al mismo tiempo que también lo hacían San Pedro y San Pablo. Cuando muerió, dejó la preciosa imagen al Papa Clemente y sus sucesores.
En la región de Bordeaux, Verónica, poco después de la Ascensión de Cristo, llegó a Soulac, en la garganta del Gironde, llevando con ella reliquias de la Santísima Virgen. Allí ella predicó, murió, y fue sepulatada en la tumba que fue largamente venerada en Soulac, o en la Iglesia de San Seurin de Bordeaux.
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