sábado, 30 de agosto de 2014

Santa Rosa de Lima (1586 - 1617)



Isabel Flores de Oliva nació en Lima (Perú) el 30 de abril de 1586, hija de Gaspar Flores y de María de Oliva. Fue bautizada en la Parroquia de San Sebastián en Lima por el sacerdote Antonio Polanco. Todos la llamaban Rosa porque según la tradición cuando era apensas una bebé su rostro se transformó en una rosa. Más adelante ella quiso llamarse Rosa de Santa María.
Recibió la confirmación en el pueblo de Quives de manos del entonces Arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo.
Era escrupulosamente obediente y de labor incansable, progresaba rápidamente a través de la atención que prestaba a la instrucción que le brindaban sus padres, a sus estudios, y a su trabajo doméstico, sobre todo con la aguja.
Rosa resistió por más de diez años la intención de sus padres de casarla y finalmente consagró su virginidad al Señor Jesús. Al cabo de unos años ingresó a la Tercera orden de Santo Domingo a imitación de Catalina de Siena.
A partir de entonces, se recluyó prácticamente en la Ermita que ella misma construyó, con ayuda de su hermano Fernando, en un extremo del huerto de su casa. Sólo salía para visitar al Templo de Nuestra Señora del Rosario y atender las necesidades espirituales de los más necesitados. También atendía a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención, creando una especie de enfermería en su casa y luego ayudaba a fray San Martín de Porres que ahora también es santo.
Su amor por el Señor era tanto que cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma.
Cuando ya no podía estar de pie, buscó reposo en una cama construida por ella, de vidrio roto, piedra, restos de recipientes, y espinas. Ella admitía que el pensamiento de acostarse en ella le hacía temblar de miedo. Este martirio de su cuerpo duró catorce años sin interrupciones, pero no sin consuelo. Nuestro Señor frecuentemente se le revelaba e inundaba su alma con paz y alegría, a tal punto que podía permanecer en éxtasis cuatro horas. Ella le ofrecía al Señor en estas ocasiones todas sus mortificaciones y penitencias en expiación por las ofensas contra Su Divina Majestad, por la idolatría de su país, por la conversión de pecadores, y por las almas del Purgatorio.
Ya cerca del final de su vida, cayó gravemente enferma. Pasó los últimos tres meses de su vida en la casa de Gonzalo de la Maza, un contador notable del gobierno virreinal, cuya familia le tenía particular cariño. En este lugar se levanta el Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima.
Murió a los treinta y un años de edad en las primeras horas del 24 de agosto de 1617, fiesta de San Bartolomé, como ella misma lo profetizó.

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