Patrono de los Pre-Juveniles de ACA

Nació en Riva de Chieri, Italia, en la humilde casita de los esposos Carlos y Brígida, el 2 de abril de 1842. Al año siguiente toda su familia se trasladó a las colinas de Murialdo. Es un niño del pueblo, nacido en una familia profundamente cristiana y joven, pobre y repetidamente probada.
El 8 de abril de 1849 hace su Primera Comunión. Muy temprano, vestido de fiesta, Domingo se dirigió a la Iglesia parroquial de Castelnuovo. Fue el primero en entrar al templo y el último en salir. Aquel día fue siempre memorable para él. Arrodillado al pie del altar, con las manos juntas y con la mente y el corazón transportados al cielo, pronunció los propósitos que venía preparando desde hacía tiempo: "Propósitos que yo, Domingo Savio, hice el año de 1849, a los siete años de edad, el día de mi Primera Comunión:
1. Me confesaré muy a menudo y recibiré la Sagrada Comunión siempre que el confesor me lo permita.
2. Quiero santificar los días de fiesta.
3. Mis amigos serán Jesús y María.
4. Antes morir que pecar”.
Estos recuerdos fueron la norma de todos sus actos hasta el fin de su vida.
El 2 de octubre de 1854 conoció a Don Bosco. Este santo sacerdote lo guiará por el camino de la santidad juvenil, convirtiéndose en su maestro y amigo. Lo llevó a estudiar a Turín. Tiene en ese momento 12 años y medio. Allí pasó su adolescencia, viviendo como pupilo con los muchachos pobres que el mismo Don Bosco recogió su Oratorio.
El 1 de marzo de 1857 su delicada salud se agravó. El médico aconsejó que vaya a su casa y allí se reponga. Al despedirse de Don Bosco y de sus compañeros les dice: “Nos veremos en el paraíso”. Intuía que muy pronto iba a morir.
Efectivamente, el 9 de marzo, postrado en la cama, en un momento se incorporó y le dijo a su papá que lo asiste: “Papá, ya es hora”, y va repitiendo las oraciones de los moribundos que entre sollozos lee el papá. Luego pareció adormecerse. Pasados algunos minutos entreabre los ojos y con voz clara y sonriente exclamó: “Adiós, querido papá, adiós. ¡Oh, qué hermosas cosas veo!”, y expiró con las manos juntas sobre el pecho, tan dulcemente que su padre cree que se adormece de nuevo. Tenía 14 años y 11 meses.
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