lunes, 12 de marzo de 2018

San Luigi Orione (1872 - 1940)

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San Luis Orione, nació en Pontecurone (norte de Italia) el 23 de junio de 1872, y era el cuarto hijo de Vittorio Orione y Carolina Feltri. La pobreza y los enormes sacrificios de su familia humilde y trabajadora experimentados desde edad temprana, y la fe sencilla pero firme transmitida por su madre, fueron moldeando un corazón que Dios preparaba para una misión grande.
Consciente que Dios lo llamaba a ser sacerdote, pasó por los franciscanos y más tarde por los salesianos de Turín, donde conoció personalmente a Don Bosco, de quien fue discípulo y extrajo gran parte de su formación religiosa, aunque comprendió que no estaba allí su vocación. Después entró al seminario de Tortona, donde se formó para ser sacerdote en 1895. En esos años fue descubriendo poco a poco lo que Dios le pedía, primero reuniendo a algunos niños de escasos recursos para catequizarlos y luego ayudándolos a estudiar en un colegio, que fue su primera fundación.
Esos fueron los comienzos de una congregación que iba asomando, como un sueño envuelto por el manto de la Santísima Virgen, que contenía a hombres y mujeres de distintas nacionalidades en una gran obra: la Obra de la Divina Providencia.
De gran corazón, Don Orione se dedicó a socorrer a los más necesitados, ya sea aquellos que fueron víctimas de los terremotos que asolaron Italia a comienzos del siglo XX, como así también a los abandonados de la sociedad de aquella época.
Este mismo espíritu lo trajo a América, especialmente a Argentina,  donde en dos oportunidades (1921 y 1934) acercó su presencia misionera y solidaria para hacer crecer en dicho país, como ya lo había hecho en Italia, una “gran familia” que testimonia a Jesucristo a través de obras de misericordia: Cottolengos y hogares para discapacitados, centros para niños en riesgo y abandonados, escuelas, parroquias y capillas, y Misiones
Su entrega total a Dios y a los hombres la llevó hasta el último momento de su vida. Cuando supo que Dios lo llamaba, también allí respondió con prontitud: “Jesús, Jesús, Jesús, voy”, fueron sus últimas palabras, aquel 12 de marzo de 1940, en San Remo (Italia).

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