martes, 27 de febrero de 2018

San Gabriel de la Dolorosa (1838 - 1862)

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Nació en Asís (Italia) en 1838. Su nombre en el mundo era Francisco Possenti. Era el décimo entre 13 hermanos y su padre trabajaba como juez de la ciudad.
A los 4 años quedó huérfano de madre. El papá, que era un excelente católico, se preocupó por darle una educación esmerada, mediante la cual logró ir dominando su carácter fuerte que era muy propenso a estallar en arranques de ira y de mal genio.
Tuvo la suerte de educarse con dos comunidades de excelentes educadores: los Hermanos Cristianos y los Padres Jesuitas; y las enseñanzas recibidas en el colegio le ayudaron mucho para resistir los ataques de sus pasiones y de la mundanalidad.
El joven era sumamente esmerado en vestirse a la última moda. Y sus facciones elegantes y su fino trato, a la vez que su rebosante alegría y la gran agilidad para bailar, lo hacían el preferido de las muchachas en las fiestas. Su lectura favorita eran las novelas, pero le sucedía como en otro tiempo a San Ignacio, que al leer novelas, en el momento sentía emoción y agrado, pero después le quedaba en el alma una profunda tristeza y un mortal hastío y abatimiento. Sus amigos lo llamaban "el enamoradizo". Pero los amores mundanos eran como un puñal forrado con miel". Dulces por fuera y dolorosos en el alma.
Al terminar su bachillerato, y cuando ya iba a empezar sus estudios universitarios, Dios lo llamó a la conversión por medio de una grave enfermedad. Lleno de susto prometió que si se curaba de aquel mal, se iría de religioso. Pero apenas estuvo bien de salud, olvidó su promesa y siguió gozando del mundo.
Un año después enfermó mucho más gravemente, una laringitis que trata de ahogarlo y que casi lo llevó al sepulcro. Lleno de fe invocó la intercesión de un santo jesuita martirizado en las misiones y prometió irse de religioso. Al colocarse una reliquia de aquel mártir sobre su pecho, se quedó dormido y cuando despertó estaba curado milagrosamente. Pero apenas se repuso de su enfermedad empezaron otras vez el atractivo de las fiestas y de los enamoramientos, y olvidó su promesa. Es verdad que pidió ser admitido como jesuita, y fue aceptado, pero creía que para su vida de hombre tan mundano lo que estaba necesitando era una comunidad rigurosa, y dejó para más tarde el entrar a una congregación de religiosos.
En aquellos años estalló la peste de cólera en Italia, y Gabiel perdió a su hermana, y al poco tiempo, en un procesión a la Virgen, sintió la mira de esta llamándolo a cumplir su promesa y, tras algunas resistencias de su padre, este le concede el permiso de entrar a una comunidad bien rígida y rigurosa, los Padres Pasionistas.
Al entrar de religioso se cambia el nombre y en adelante se llamará Gabriel de la Dolorosa. Venía acostumbrado a vivir entre lujos, y al entrar se encontró con una vida radicalmente opuesta. Los primeros meses sufrió un verdadero martirio con este cambio tan brusco, pero nadie le oyó jamás una queja, ni lo vió triste o disgustado.
Los religiosos se quedaban admirados de su gran amabilidad, de la exactitud total con la que cumplía todo lo que se le mandaba, y del fervor impresionante con el que cumplía sus prácticas de piedad.
Su vida religiosa fue breve. Apenas unos seis años. Pero en él se cumple lo que dice el Libro de la Sabiduría: "Terminó sus días en breve tiempo, pero ganó tanto premio como si hubiera vivido muchos años". Luego de esto comenzó su preparación para el sacerdocio.
Cuando ya Gabriel está bastante cerca de llegar al sacerdocio le llegó la terrible enfermedad de la tuberculosis. Tuvo que recluirse en la enfermería, y allí aceptó con toda alegría y gran paciencia lo que Dios había permitido que le suceda.
Y el 27 de febrero de 1862, después de recibir los santos sacramentos y de haber pedido perdón a todos por cualquier mal ejemplo que les hubiera podido dar, cruzó sus manos sobre el pecho y quedó como si estuviera plácidamente dormido. Su alma había volado a la eternidad a recibir de Dios el premio de sus buenas obras y de sus sacrificios. Apenas iba a cumplir los 25 años.
Poco después empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y en 1926 el Sumo Pontífice lo declaró santo, y lo nombró Patrono de los Jóvenes laicos que se dedican al apostolado.

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