miércoles, 18 de marzo de 2015

San Cirilo de Jerusalén (315 - 386)



Nació en Jerusalén o en sus cercanías, hacia el 315. Fue uno de aquellos jóvenes ascetas que, sin retirarse al desierto, hacía una vida de santidad y continencia perfecta.
Tal vez fuese más verídico afirmar que desde joven se retiró a un monasterio, en donde pasó la juventud consagrado a la ciencia y al conocimiento de la Escritura. Su buena preparación le hacia un candidato seguro al sacerdocio, y por eso, alrededor de sus treinta años San Máximo de Jerusalén le ordenó de presbítero, y le confió la difícil tarea de instruir a los catecúmenos.
San Cirilo fue consagrado legalmente Obispo por los obispos de su provincia y si Arrio Acacio, que era uno de ellos, esperaba poderlo manerjarlo fácilmente, se equivocó por completo, surgiendo varias disputas principalmente sobre la procedencia y jurisdicción de sus respectivas sedes y asuntos de fe, pues Acacio para entonces estaba imbuido en la herejía arriana. Por confabulación de Acacio y sus partidarios el santo fue desterrado tres veces, por medio de fraudulentos concilios que Acacio convocaba con ayuda de algunos monjes e incluso con el apoyo del emperador. En 381, Cirilo y San Gregorio estuvieron presentes en el gran Concilio de Constantinopla (segundo Concilio Ecuménico). De acuerdo a algunos historiadores, San Cirilo fue fiel defensor de la verdad ortodoxa contra los arrianos, en este Concilio, en el cual se llegó a promulgar el Símbolo de Nicea.
Se cree que el santo falleció a la edad de 70 años, en el 386, habiendo sido Obispo durante 35 años

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