miércoles, 27 de septiembre de 2017

San Vicente de Paul (1581 - 1860)

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Nació en Aquitania el año 1581. Fue enviado a los 14 años al colegio de los franciscanos de Dax que está a 5 kilómetros de Pouy.
Después de cuatro años de estudios en Dax, marcha a la gran ciudad de Toulose. Su padre acaba de morir en 1598, mientras Vicente tenía 17 años. Su padre le deja parte de la herencia para pagar sus estudios, pero él rechaza esta ayuda; prefiere valérselas por sí mismo.
Para subsistir, enseñó humanidades en el colegio de Buñet y siguió a la vez con sus estudios de Teología. En 1598 recibió el subdiaconado y el diaconado, y el 23 de Septiembre de 1600, en Chateau-l'Eveque, fue ordenado sacerdote por el anciano obispo de Périgueux.
El obispo de Dax le ofreció una parroquia, pero había otro candidato. Vicente renunció, y prefirió proseguir con sus estudios y apuntar más alto: aspiraba a ser obispo.
En 1604 obuvo el doctorado en Teología.
En Marsella Vicente embarcó para Narbona. Se fue en barco, el cual fue atacado por los turcos y Vicente cayó prisionero. Los años 1605-1607 son en realidad muy misteriosos. Se cuenta que vendido como esclavo en Túnez, estuvo sucesivamente al servicio de cuatro distintos señores: un pescador, un médico, el sobrino de éste y, por último, un cristiano renegado. Por fin, convirtió a su amo, se escapó llegando a Avignon y desde allí a Roma. Luego fue a París hacia el 1608.
En 1609, poco después de su llegada a París, Vicente encontró a Pierre de Bérulle, sin duda en el hospital de la Caridad, adonde ambos iban a visitar enfermos. Bérulle tenía una doble vocación: la cura de las almas y la fundación de un grupo de sacerdotes espirituales.
El clero salía en un estado lamentable de las guerras de religión; los decretos del Concilio de Trento referentes a la formación de los sacerdotes no se cumplían (de lo contrario, Vicente no habría sido ordenado a los 19 años, ya que el Concilio exigía 25 años de edad mínima para la ordenación sacerdotal), y eran muchos los obispos que vivían como grandes señores, alejados de sus diócesis.
Se estaba abriendo paso un nuevo movimiento. En Italia, Felipe Neri había fundado la congregación sacerdotal del Oratorio, que al igual que los oblatos fundados en Milán por Carlos Borromeo, deseaban vivir un sacerdocio fervoroso. Bérulle trató de convencer a Francisco de Sales para que funde el Oratorio en Francia, el cual rechazó la oferta. Entonces éste, a instancias del Arzobispo de París, Henri de Gondi, fundó en 1611 el Oratorio de París, "una congregación de eclesiásticos en la que se practicara la pobreza, en contra del lujo; se hiciera el voto de no pretender beneficio o dignidad alguna, en contra de la ambición, y se viviera igualmente el voto de dedicarse a las funciones eclesiásticas, en contra de la inútil inactividad.
Bérulle deseaba que Vicente ingresara en el Oratorio, pero Vicente por diferentes razones no acepta, en cambio acepta la proposición de reemplazar en su puesto a un sacerdote que desea ingresar en el Oratorio; y de ese modo, en mayo de 1612, Vicente toma posesión de la parroquia de "Clichy la Garenne", a una legua de París. Hacía doce años que era sacerdote y es la primera vez que ejercía un ministerio sacerdotal.
A comienzos de 1617, visitó Vicente a un moribundo en Gannes, en el distrito del Oise. Aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se había atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenza como por amor propio. El moribundo que experimentaba una extrema soledad moral, que padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios; era un hombre cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal lo bastante dulce y lo bastante humana para poder salirse de sí mismo y atreverse a creer en la ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la ternura. Su corazón había sido tocado. Quería ir a los campos más remotos a expresar a todos los que se sienten perdidos que existe un Dios de ternura que no les ha olvidado. Quería ser testimonio de ese amor divino. Estar presente con la ternura de Dios.
En agosto de 1617, en Chatillón-les-Domes, San Vicente se encontraba con la miseria material de los campesinos. San Vicente relata los hechos: "Mientras me revestía para celebrar la santa Misa, vinieron a decirme... que en una casa apartada de todas las demás, como a un cuarto de legua, estaban todos enfermos, hasta el punto de que no había una sola persona que pudiera atender a las demás, las cuales se hallaban en un estado de necesidad indescriptible. Esto me ocasionó una tremenda impresión." A la llamada de Vicente acudieron todos los feligreses en ayuda de esa familia. Pero, para Vicente, este movimiento espontáneo no era bastante, porque corría el peligro de no tener continuidad: "Una enorme caridad, sí; pero mal organizada".
Vicente poso manos a la obra y muy pronto, el 23 de agosto, leyó ante unas cuantas mujeres cuyo corazón se había visto afectado igual que el suyo por aquella miseria, un texto que constituyó todo un programa de ayuda a los enfermos. Dicho texto servió de modelo, en adelante, a todos los posteriores textos fundacionales de las "Confréries de Charité" (Hermandades de Caridad). La Fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad siguió unos años más tarde (1633). La co-fundadora fue Santa Luisa de Marillac.
En 1619, Vicente fue nombrado capellán general de las Galeras, de las que es responsable el señor de Gondi. Los galeotes son entonces los más pobres de entre los pobres. Vicente los visitó primero en las mazmorras de La Conciergerie (antigua prisión de París), y encontró allí a hombres dominados por el odio y la desesperación; pidió y obtuvo de M. de Gondi que se les conceda un trato más humano. El capellán general de las Galeras bajó después a Marsella, donde los galeotes eran más numerosos, y se presentó "de incógnito" en el lugar en que estaban encerrados; aquello le impresionó terriblemente: es "el espectáculo más triste que se puede imaginar", "una verdadera imagen del infierno". "Herido, pues, por un sentimiento de compasión hacia aquellos miserables forzados, me impuse a mí mismo la obligación de consolarles y asistirles lo mejor que pudiera". Pero Vicente no se limitó sólo a buenas palabras, sino que pasó a la acción y se ocupó de mejorar en lo que puede las estructuras, como de costumbre.
Vicente experimentó su profunda conversión en el momento en que se inició en Europa una larga serie de conflictos. La guerra de los Treinta Años, que comenzó en 1618, fue la conclusión lógica de una enorme crisis acaecida en Europa, había tenido origen en la oposición entre católicos y protestantes dentro del imperio germánico.
Se sucedieron las guerras, se triplicaron los impuestos y los pobres siempre fueron los perdedores. La miseria fue espantosa. No había más que un modo de poner fin a la miseria de las poblaciones: la paz. Y Vicente no lo dudó un momento: se atrevió a enfrentarse a Richelieu y pedirle enérgicamente que ponga término a tan enormes conflictos.
En julio de 1660 se ve obligado a guardar cama. Entre julio y septiembre de 1644 se temió por su vida, pero salió bien, aunque se le prohibió montar a caballo; tenía las piernas inflamadas y tenía que caminar con un bastón. En el invierno de 1658 y 1660 el frío volvió a abrir las llagas de sus piernas y poco a poco, se vió forzado a permanecer inmóvil. Se quedó en Saint-Lañare, en medio de los pobres.
Su corazón y su espíritu se mantuvieron totalmente despiertos, pero en septiembre las piernas volvieron a supurar y el estómago no admitió ya el menor alimento. El 26 de septiembre, domingo, le llevan a la capilla, donde asistió a Misa y recibió comunión. Por la tarde se encontraba totalmente lúcido cuando se le administró la extremaunción; a la una de la mañana bendijo por última vez a los sacerdotes de la Misión, a las Hijas de la Caridad, a los niños abandonados y a todos los pobres. Estaba sentado en su silla, vestido y cerca del fuego. Así es como murió el 27 de septiembre de 1660, poco antes de las cuatro de la mañana, a la hora que solía levantarse para servir a Dios y a los pobres.

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