martes, 10 de enero de 2017

Beata María Dolores Rodríguez Sopeña (1848 - 1918)

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Dolores Rodríguez Sopeña nació en Vélez Rubio (Almería), el 30 de diciembre de 1848, y era la cuarta entre siete hermanos. Sus padres, Tomás Rodríguez Sopeña y Nicolasa Ortega Salomón, castellanos, se habían trasladado desde Madrid a esa localidad por motivos de trabajo.
Su infancia y adolescencia transcurrió en distintos pueblos de las Alpujarras pues, cuando su padre empezó a ejercer como magistrado sufrió a lo largo de su carrera diversos traslados. Con todo, ella definió esta etapa de su vida como un «lago de tranquilidad».
En 1866, su padre fue nombrado Fiscal de la Audiencia de Almería. Dolores tenía 17 años. Allí empezó a frecuentar la sociedad, pero a ella no le llamaban la atención las fiestas ni la vida social; su interés era hacer bien a los demás. En Almería tuvo sus primeras experiencias apostólicas: atendió, material y espiritualmente, a dos hermanas enfermas de tifus y a un leproso, todo ello a escondidas por miedo a que se lo prohibiesen sus padres. También visitó a los pobres de las Conferencia de San Vicente de Paúl con su madre.
Tres años más tarde, su padre fue trasladado a la Audiencia de Puerto Rico, donde viajó con uno de sus hijos mientras el resto de la familia se instaló en Madrid. En la capital Dolores ordenó mejor su vida: eligió un director espiritual y colaboró enseñando la doctrina en la cárcel de mujeres, en el hospital de la Princesa y en las Escuelas Dominicales.
En 1872, la familia se reúne en Puerto Rico. Dolores tiene 23 años y permanecerá en América hasta los 28. Empieza su contacto con los jesuítas. El P. Goicoechea fue su primer director espiritual. Allí funda la Asociación de Hijas de María y Escuelas para las personas de color donde se alfabetiza y enseña el catecismo.
En 1873, su padre feu nombrado Fiscal de la Audiencia de Santiago de Cuba. Eran tiempos difíciles, pues estalló un cisma religioso en la isla. Por este motivo, su acción se redujo a visitar a los enfermos del hospital militar. Pidió la admisión en las Hermanas de la Caridad, pero no lo consiguió por su falta de vista. A la edad de 8 años había sido operada de los ojos y esta dolencia la acompañó toda la vida.
Al terminar el cisma empezó a trabajar en los barrios marginales y fundó lo que ella denomina «Centros de Instrucción», pues en ellos no sólo se enseñaba el catecismo sino cultura general e incluso se prestaba asistencia médica. Para esta obra consigue muchas colaboradoras y la establece en tres barrios distintos.
En Cuba murió su madre, y su padre pidió el retiro y volvieron a Madrid en 1877. En Madrid organizó su vida en tres frentes: el cuidado de la casa y de su padre, el apostolado, el mismo que hacía antes de dejar la Península, y su vida espiritual: eligió director espiritual y empezó a hacer anualmente los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. En 1883 muerió su padre y se reavivaron sus luchas vocacionales.
Por indicación de su director, el P. López Soldado SJ, ingresó en el convento de las Salesas, pese a que nunca se había planteado una vida enteramente contemplativa. A los diez días dejó el convento pues comprobó no ser su vocación. Al salir se dedicó con más intensidad al apostolado.
Abre una «Casa Social» donde se tramitaban los diversos asuntos que salen en sus visitas al hospital y a la cárcel. En una de sus visitas a una de las presas que acababa de quedar en libertad, conoció el Barrio de las Injurias. Corría el año 1885. Dolores tenía 36 años.
Al ver la situación moral, material y espiritual de la gente, empezó a visitar el barrio todas las semanas e invita a muchas de sus amigas. Ahí empezó la que luego se denominará «Obra de las Doctrinas», antecedente de sus «Centros Obreros».
A sugerencia del obispo de Madrid, D. Ciríaco Sancha, en 1892 funda una Asociación de Apostolado Seglar hoy denominado «Movimiento de Laicos Sopeña». Al año siguiente recibió la aprobación civil.
En 1896 empezó su actividad fuera de Madrid. Pese a la oposición de la Asociación, aceptó fundar la Obra en Sevilla. Fruto de muchos malos entendidos, dimitió como Presidenta en Madrid al año siguiente y se estableció en Sevilla. En sólo cuatro años realizó 199 viajes por toda España para establecer y consolidar la Obra de las Doctrinas. A su vez, acompañó al P. Tarín, SJ, en algunas misiones por Andalucía.
El 24 de septiembre de 1901, en Loyola, después de unos Ejercicios Espirituales realizados junto con 8 compañeras, se levantó acta de fundación del «Instituto de Damas Catequistas» (hoy «Instituto Catequista Dolores Sopeña»), aunque la fundación oficial fue el 31 de octubre en Toledo.
Una de sus grandes intuiciones fue fundar, al mismo tiempo, una Asociación civil, hoy llamada «Obra Social y Cultural Sopeña - OSCUS», que, en 1902, consiguió el reconocimiento del gobierno. En 1905 recibió de la Santa Sede el Decretum laudis y, dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1907, la aprobación de las Constituciones concedida directamente por S.S. Pío X.
Durante estos años, sus «Doctrinas» se fueron transformando en «Centros Obreros de Instrucción», pues a ellos asistían obreros fuertemente influenciados por el anticlericalismo y no podía pretenderse la enseñanza de la religión directamente. Esto también determina que las religiosas de este Instituto no lleven hábito y ni siquiera un signo religioso externo. Cambió sus medios y sus métodos para poder conseguir el fin: acercarse a los obreros «alejados de la Iglesia», que no habían podido recibir instrucción cultural, moral ni religiosa y unir a los «distanciados socialmente», entonces, «la clase obrera y del pueblo» con la «alta y acomodada». Esto lo resume en dos líneas de acción: dignificar al trabajador y crear fraternidad.
En pocos años, estableció comunidades y Centros en las ciudades más industrializadas de entonces. En 1910 se celebró el primer Capítulo General y fue reelegida Superiora General. En 1914 fundó en Roma y en 1917 viajaron las primeras Catequistas para abrir la primera casa en América, concretamente en Chile.
Al año siguiente, el 10 de enero de 1918, Dolores Sopeña murió en Madrid con fama de santidad.

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