domingo, 23 de octubre de 2016

San Antonio María Claret (1807 - 1870)



Antonio Claret nació en Sallent (Barcelona) en 1807, en el seno de una familia profundamente cristiana, dedicada a la fabricación textil.
Su infancia no transcurrió con total tranquilidad. La guerra napoleónica, la influencia de las ideas de la revolución francesa, el juramento de la Constitución de 1812, y las tensiones entre absolutistas y liberales marcaron de alguna manera la vida del santo. En el aspecto religioso estuvo marcado por la vivencia de la providencia de Dios, por un lado; y por la idea de la eternidad, por otro.
A los doce años, su padre le puzo a trabajar en el telar familiar. Reconociendo su habilidad para la fabricación, se fue Barcelona para perfeccionarse en el arte textil. Se dedicó con verdadera pasión al trabajo. Sus oraciones, en cambio, no eran tantas ni tan fervorosas, aunque no dejaba la misa dominical ni el rezo del rosario. Poco a poco se le fue olvidando el deseo infantil de ser sacerdote, pero Dios le iba dirigiendo según sus planes. Unos duros desengaños, y sobre todo la palabra del Evangelio "¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo si al final pierde su vida?", sacudieron su conciencia. A pesar de las ofertas para montar su propia fábrica, se negó a satisfacer el deseo de su padre y decidió ser cartujo.
A los 22 años ingresó en el seminario de Vic, sin perder de vista su intención de ser monje cartujo. Cuando se dirigió a la Cartuja de Montealegre, al año siguiente, una tormenta le obligó a retroceder y su sueño de vida retirada empezó a desvanecerse. Prosigue sus estudios seminarísticos en Vic. Sufrió una fuerte tentación contra la castidad, en la que reconoció la intercesión maternal de la Virgen María en su favor y sobre todo la voluntad de Dios, que le quería misionero, evangelizador.
Aunque no había concluido los estudios teológicos, el 13 de junio de 1835 recibió la ordenación sacerdotal porque su obispo veía en él algo extraordinario. Quedó encargado de su parroquia natal, Sallent. Pero la parroquia no era lo suyo. Sentía, cada vez con más fuerza, que el Señor lo llama a evangelizar. La situación política en Cataluña, dividida por la guerra civil entre liberales y carlistas, y la de la Iglesia, sometida a la desconfianza de los gobernantes, no dejaba otra solución que la de salir de su patria y ofrecerse a Propaganda Fide, encargada entonces de toda la obra de evangelización de cualquier tipo.
De nuevo en Cataluña, se le confió la parroquia de Viladrau. Al estar ésta bien atendida, pudo desplazarse para dar misiones y ejercicios en las poblaciones cercanas. Su obispo, conocedor de la vocación claretiana y de los frutos de su predicación, le dejó libre de toda atadura parroquial para poder evangelizar de pueblo en pueblo.
Recorrió prácticamente toda Cataluña de 1843 a 1847, predicando la Palabra de Dios, siempre a pie, sin aceptar dinero ni regalos por su ministerio. A pesar de su neutralidad política, pronto empezó a sufrir persecuciones por parte de los gobernantes, y calumnias de quienes combatían la fe.
Pero San Antonio María Claret no iba a ser sólo predicador incansable de misiones al pueblo y de ejercicios a sacerdotes y religiosas. Pronto va descubriendo otros medios de apostolado más eficaces: publicó devocionarios, pequeños opúsculos dirigidos a sacerdotes, religiosas, niños, jóvenes, casadas, padres de familia...; y fundó la Librería Religiosa en 1848.
Al serle imposible predicar en Cataluña por la rebelión armada, su obispo lo envió a las Canarias. De febrero de 1848 a mayo de 1849 recorrió las islas. Pronto y familiarmente se le comenzó a llamar "el Padrito".
De vuelta ya en Cataluña, el 16 de julio de 1849, fundó en una celda del seminario de Vic la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. La gran obra de Claret comenzó humildemente con cinco sacerdotes dotados del mismo espíritu que el Fundador. A los pocos días, el 11 de agosto, comunicaronn a Mossen Claret su nombramiento como Arzobispo de Cuba. A pesar de su resistencia y sus objeciones a cuenta de la recién fundada Congregación de Misioneros, hubo de aceptar ese cargo por obediencia y fue consagrado en Vic el 6 de octubre de 1850.
La situación en la isla de Cuba era deplorable: explotación y esclavitud, inmoralidad pública, inseguridad familiar, desafecto a la Iglesia y sobre todo progresiva descristianización. Nada más llegar comprendió que lo más necesario era emprender un trabajo de renovación en la vida cristiana y promovió una serie de campañas misioneras, en las que participa él mismo, para llevar la Palabra de Dios a todos los poblados. En seis años recorrió tres veces toda su diócesis. Se preocupó de la renovación espiritual y pastoral del clero y la fundación de comunidades religiosas.
La Reina Isabel II lo eligió personalmente como su Confesor en 1857 y se vio obligado a trasladarse a Madrid. Debía acudir semanalmente a la Corte a ejercer su ministerio de confesor y a cuidar de la educación cristiana del príncipe Alfonso y de las infantas. Debido a su influencia espiritual y a su firmeza, poco a poco fue cambiando la situación religiosa y moral de la Corte. Vivía todo este tiempo austera y pobremente.
Los ministerios del palacio no llenaban ni el tiempo ni el espíritu apostólico de monseñor Claret: ejercía una intensa actividad en la ciudad: predicaba y confesaba, escribía libros, visitaba cárceles y hospitales. Aprovechaba a su vez los viajes con los Reyes por España para predicar por todas partes.
A raíz de la revolución de septiembre de 1868 partió con la Reina hacia el exilio. En París mantuvo su ministerio con la Reina y el Príncipe de Asturias, fundó las Conferencias de la Sda. Familia y se prodigió en múltiples actividades apostólicas.
Hasta ahí llegaronn sus perseguidores, que pretendían apresarle y llevarlo a España para juzgarlo y condenarlo. Debió huir como un delincuente y refugiarse en el monasterio cisterciense de Fontfroide.
En este monasterio, a los 63 años, rodeado del afecto de los monjes y de algunos de sus misioneros, falleció el 24 de octubre de 1870.

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