miércoles, 17 de agosto de 2016

Santa Clara de Montefalco (1268 - 1308)



Santa Clara de Montefalco nació en Montefalco, en el año 1268. Los nombre de sus padres eran, Damiano e Iacopa Vengente, y tuvieron 4 hijos en total.
Su hermana mayor, Giovanna de 20 años y su amiga Andreola, establecieron una Ermita, en donde se dedicaron a una vida de oración y de sacrificio.
En el año 1274 se le concedió aprobación de las autoridades eclesiástica y fue entonces que, Giovanna pudo recibir más hermanas a la Orden. La primera candidata fue su hermana Clara, de 6 años de edad.
El ejemplo de sus padres, quienes tenían una gran devoción al Señor y a su Madre, y el de su Hermana y su compañera, contribuyeron a que se desarrollara en Clara el deseo de amar y servir al Señor a través de una vida de oración. Ella era una niña muy viva a la que todos encontraban que sobrepasaba a las niñas de su edad. Era además, extremadamente amorosa.
Desde que entró al convento aun cuando era más joven que las demás, se mantenía al mismo nivel que sus dos compañeras, tanto en la oración como en la penitencia.
Desde muy pequeña, tuvo un ardiente amor por el Señor, especialmente por su Pasión. Este fuego interior fue el que le dio la energía, el celo y la fuerza, para vivir una vida que para muchos sería imposible.
En 1278 dos años después de haber entrado Clara al Convento entró Marina, amiga de Clara, y fue seguida de muchas otras por lo que tuvieron que mudarse a una montaña cerca de la ciudad, donde construyeron otra Ermita.
Se levantó una gran persecución contra ellas, no solo por parte de laicos de la ciudad, sino también por los Franciscanos del lugar que decían que la ciudad era muy pequeña para tener otra comunidad pidiendo limosna. Pero el Señor que es justo, movió al oficial del Ducado a votar por ellas y se quedaron. Con la Ermita teniendo el techo a medio hacer, pasando frío y hambre, la pequeña comunidad era sostenida por su fe y llamado, que era más fuerte que la persecución de las personas de la ciudad.
Finalmente Giovanna obtuvo permiso para enviar a algunas hermanas a pedir limosna. Clara que tenía 15 años, insistió tanto en ir que, venció las objeciones de su hermana, y ella junto con Marina, salieron durante 40 días en busca de limosnas; nunca regresaban sin haber cumplido su cometido. Su hermana Giovanna, pensando en proteger a Clara, no le permitió salir mas, y Clara estuvo en el convento por el resto de sus años.
Clara pasaba de ocho a diez horas diarias en oración, y por las noches caía de rodillas rezando el Padre Nuestro.
Practicaba actos tan severos de mortificación, que su hermana Giovanna tuvo que poner restricciones en sus prácticas. Siempre estaba buscando una forma más ascética de oración.
En el año 1288, cuando Clara tenía 20 años. Parecía que estaba llegando a alcanzar la completa unión con Jesús, cuando el Señor la probó adentrándola en un desierto. Fue una prueba dada por el Señor para castigar su orgullo y para que ella viera que sin El no podía hacer nada. Clara entró en el desierto. Perseguida por todo tipo de tentaciones, víctima de las emociones. Sentía que Dios la había abandonado. Esta tortura duró once años de su vida, a través de la cual estuvo sin la asistencia espiritual que ella desesperadamente ansiaba. Clara cargaba el peso de sus sentimientos de inseguridad en su corazón.
Como no recibía las penitencias deseadas, comenzó a imponérselas ella misma, causando tanto daño físico que su hermana tuvo que detenerla otra vez.
El 22 de noviembre de 1291, muere su hermana Giovanna. Fue un golpe muy duro para Clara pues veía en su hermana el ejemplo a seguir y la persona que la formaba en su vida espiritual.
El representante del Obispo llegó para la elección de la nueva Abadesa. Las monjas unánimemente escogieron a Clara. Sintiéndose totalmente indigna, les rogó que escogieran a alguna más, que fuera santa y sabia, diciendo que ella no era ninguna de las dos cosas; pero su petición no fue escuchada.
Aceptó su responsabilidad, aunque se sentía indigna, y se convirtió en Madre, Maestra, y Directora Espiritual. Enseñaba a sus hermanas a ofrecerle al Señor todas sus necesidades individuales, para que fuesen moldeadas en las necesidades de la comunidad, formando así en ellas un verdadero cuerpo, con una vida en común.
Como Clara fue tan probada y sufrió tantas luchas y dudas, podía hablar con autoridad a otros. A través de su experiencia podía relacionarse con la batalla espiritual sufrida por otros. Podía ministrar a las personas fuera de la comunidad, que venían a verla, contando con los dones de conocimiento y sabiduría que le había dado el Señor.
Por su amor y cuidado genuino, Clara atraía al monasterio a sacerdotes, teólogos, obispos, jueces, santos y pecadores. Nunca descuidó sus responsabilidades hacia sus hermanas dentro del monasterio por su apostolado con aquellos de fuera del claustro.
Clara tenía un amor muy grande por los pobres y perseguidos. Enviaba a las hermanas externas con comida y medicamentos para los necesitados. Le daba a amigos y enemigos igualmente, y a veces mas a los enemigos. Así como era amorosa, generosa y entregada, así mismo era firme. Enfrentaba a todos sus perseguidores con estas cualidades, nunca retrocediendo ante ellos. Ella se atrevió a ser impopular, enfrentándose al pensamiento popular del mundo, así como al de sus propias monjas, si ella pensaba que estaba incorrecto.
Aunque ella era una mística, generalmente en contemplación de su Amado Señor Jesucristo (especialmente en su pasión), y en adoración estática a Dios Padre, al Hijo y el Espíritu Santo en la Santísima Trinidad, estaba consciente del mundo a su alrededor. Ella no estaba alejada de el, pero envuelta en el, orando y haciendo penitencia por su salvación.
El año 1294 fue un año decisivo en la vida de Clara. En la fiesta de la Epifanía, después de haber hecho una confesión general delante de todas las hermanas, cayó en éxtasis y permaneció así por varias semanas. Las hermanas la mantenían con vida dándole agua de azúcar. Durante este tiempo, Clara tuvo una visión, en la que se vio siendo juzgada delante de Dios, "vio el infierno con todas las almas perdidas sin esperanza y el cielo con los santos, gozando perfecta felicidad en la presencia de Dios. Vio a Dios en toda su majestad. Le reveló cuan incondicionalmente fiel un alma debe ser a El para vivir de verdad en El y con El. Al recobrarse, resolvió "nunca pensar o decir algo que la separara de Dios". También decía: Si Dios no me protegiera, sería la peor mujer en el mundo".
En el año de 1303 consiguió construir la Iglesia que tanto soñó, que no solamente serviría al convento, pero también a la comunidad del pueblo.
En la noche de Agosto 15, llamó a las monjas y les dejó su último testamento espiritual:
"Yo ofrezco mi alma por todas ustedes y por la muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Sean bendecidas por Dios y por mi. Y oro, mis hijas, que ustedes se comporten bien y que todo el trabajo que Dios me ha hecho hacer por ustedes sea bendecido. Sean humildes, obedientes; sean tales mujeres, que Dios sea alabado siempre a través de ustedes".
Después de hablar, pidió el Sacramento de Extrema Unción. Cuando una hermana estaba muriendo era la costumbre que cada hermana fuera e hiciera la señal de la cruz en la frente. Cuando se lo estaban haciendo a ella, les dijo: "Porque me hacen el signo de la Cruz?. Yo tengo a Jesús crucificado en mi corazón".
Murió el Sábado 17 de Agosto, de 1308, a las nueve de la mañana. Las monjas inmediatamente prepararon el cuerpo de Clara para que todos pudieran verla. Primero le quitaron el corazón y lo pusieron en un caja floreada de madera. La Misa funeral fue celebrada el 18 de Agosto. Esa noche, las hermanas abrieron el corazón de Clara para prepararlo y ponerlo en un relicario, para su asombro, las palabras de Clara se hicieron vida; delante de ellas estaban las marcas de la Pasión de Jesús.

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