San Federico (790 - 838)
Nació hacia el año 790, en el seno de una noble familia de Frisia. Fue confiado para su educación al clero de la iglesia de Utrecht, primero, y más tarde al mismo obispo, que se aplicó con ardor a formar el alma de aquel joven piadoso y trabajador, hasta que, suficientemente preparado, le confirió el sacerdocio.
Años más tarde le confiaron la misión de suceder a su mentor el obispo en su cargo, ante lo él, en un principio se consideró indigno.
Consagrado ya obispo, en presencia del mismo emperador, Federico se entregó generosamente a su misión, que cumplió fielmente hasta las últimas consecuencias. Su humildad había hecho cuanto estaba de su mano para no aceptar aquel cargo que sus solas fuerzas no podían soportar, pero ahora que había recibido ya la plenitud del sacerdocio, su fe confiaba en que el único Sacerdote, Jesucristo, realizará en él la tarea que le ha querido confiar.
Los primeros tiempos de su episcopado los dedicó a la villa de Utrecht, esforzándose en devolver la paz a su pueblo, y en hacer desaparecer los últimos restos de paganismo. Siempre acogedor, fue generoso para con los pobres, hospitalario para los viajeros, y sacrificado en sus visitas a los enfermos. Entregado a la vida de oración y sacrificio, no ahorró vigilias ni ayunos, en favor de sus diocesanos.
Más adelante, su celo le lanzó a recorrer todo el territorio que le habían confiado. En todas partes trabajó incansablemente en la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y de una manera especial lo hizo en la isla de Walcheren, donde reinaba la más burda inmoralidad.
Se dedicó también a combatir la herejía arriana, bastante extendida en Frisia, y poco a poco fue reduciendo los herejes a la verdadera fe católica. Para asegurar la duración de este retorno a la verdad, San Federico compuso una profesión de fe, que resume la enseñanza católica sobre la Santísima Trinidad, y ordena que se recite tres veces cada día una oración en honor de las tres divinas Personas.
Cuando ya casi había recorrido toda la diócesis, un día del año 838, mientras estaba dando gracias en la Misa, fue atacado por dos criminales que le atravesaron las entrañas, muriendo a los pocos minutos. Se cree que los dos criminales fueron contratdos para realizar esta tare por Judit, segunda esposa de Ludovico Pío, a quien San Federico había reprendido con santa libertad, a causa de su conducta inmoral.
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