San Quirino (Finales S. I)



Fue el primero de los cinco mártires con este nombre en los primeros siglos. Todos sabemos ya los duros golpes que les infligían a los cristianos por el sólo hecho de confesarse como tales. Los emperadores pensaban que era una afrenta contra el imperio y sus muchos dioses protectores.
Cuando Diocleciano hacía de las suyas contra los creyentes. Lo mandó prender para que, delante de todo el mundo, hiciera sacrificios a los dioses, tal y como prescribía el edicto imperial; con la fuerza interior que Dios da a sus amigos, rechazó tal oferta. Entonces lo metieron en la cárcel. Incluso en ella no dejaba de predicar y enseñar la vida de Jesús. De este modo, pudo convertir al guardián Marcelo.
Al cabo de los tres días, otro juez le hizo recapacitar en su decisión. Y se mantuvo fiel en su fe.
Cansado y al mismo tiempo admirado de su valentía, dictaminó que lo echaran al río Sava con una piedra atada al cuello.
Los cristianos recogieron su cuerpo y le dieron sepultura.