
Papa nació en Roma. Su pontificado se extendió desde el 337 al 352. Habiendo salido de las persecuciones externas, tuvo que enfrentarse este santo papa a las disensiones internas, sostenidas todas ellas en doctrinas que intentaban minar la unidad del credo al tiempo que cuestionaban la unidad jerárquica de la Iglesia. Acogió a san Atanasio, patriarca de Alejandría y a otros obispos expulsados por los arrianos, e hizo que el sínodo de Roma declarara las doctrinas de Atanasio conformes a la ortodoxia. Envió como legado pontificio al obispo de Córdoba, Osio, a presidir el concilio de Sárdica (Sofía), en Tracia, al que asistieron 170 obispos; en él se confirmó la ortodoxia de las doctrinas de Atanasio y se reconoció para cualquier obispo expulsado de su sede, el derecho de apelación a Roma. Como parte de las batallas doctrinales, se difundieron bajo el nombre de este papa varios escritos heréticos, cuya falsedad se detectó desde el momento de su aparición.
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