lunes, 11 de febrero de 2013


San Eulogio de Córdoba (S. IX)

Martir
Entra en el estamento clerical acompañado de un terrible sentimiento de indignidad. Tras un intento fallido de peregrinar a pie a Roma y otro no menos frustrado de contactar con sus hermanos que se trasladaron a las tierras del Rhin.
Pero en el noreste se hace con un precioso botín muy útil en el futuro de Córdoba: libros que han de servir para restaurar la cultura isidoriana en El Andalus.
A su vuelta se convierte en el maestro de una escuela que intenta defender la religión de los padres y pretende hacer resurgir el sentimiento nacional tan terriblemente humillado por los invasores islámicos. Aunque no se da una persecución cruenta, sí se hace cada día más difícil en Córdoba la vida para el cristiano.
Con la muerte de Abd al-Rahman II (850) se desata un periodo de intolerancia islámica que provoca martirios.
Eulogio y su escuela han influido de modo suave y decisivo en la respuesta de fe ante la provocación martirial. Es la época en que Eulogio escribe el Memorial de los Mártires. En el año 851 lo meten en prisión, pero toma la medida represiva con aire de alborozo porque con los presos ´está en familia, reza, escribe, consuela y anima.
Cuando, cerrada la escuela, es puesto en libertad intercambia por diez años la ciudad con el campo y escribe su Apologético para desautorizar a los detractores que por mediocridad y cobardía ridiculizaban la defensa de la fe hasta la muerte.
El encubrimiento que hizo en su propia casa de la joven cristiana Lucrecia, hija de padre musulmán y martirizada también, fue el detonante de su decisiva prisión y martirio. No dejó otra alternativa a los jueces cuando le proponían una simple apostasía material.
Claro está que lo mataron. Y lo enterraron en la iglesia de san Zoilo. Trasladaron los restos del mártir a Oviedo donde se conserva la urna en la Cámara Santa.

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